Todos los que un día soñamos con conocer el mundo, algún día por lo menos; pensamos en Machupicchu. Un lugar amado por muchos y subestimado por otros, que a través de los años ha ganado un merecido reconocimiento entre la oferta turística mundial y que no solo es un referente de la cultura peruana sino suramericana.

El viaje para nosotros empezó en Cusco, sobre el medio día, salimos en un taxi rumbo a Ollantaytambo, donde tomaríamos el tren que nos conduciría a Machupicchu pueblo, Aguas Calientes. Teníamos tiquetes en el vagón de lujo, el que tiene parte de su techo de cristal y asientos extremadamente cómodos. Creo que no hay palabras para describir lo que en ese momento sentimos, era mágico ver las planicies suspendidas por la sierra, ver las montañas cubiertas de nieve, el río que bordea la vía férrea y en general todo, era bohemio y especial. 

Panorámica de Machupicchu

NOTA: nosotros no habíamos comprado los boletos para la entrada a Machupicchu con anticipación en la página oficial, por lo que debíamos llegar a Aguas Calientes el día antes, y hacer la fila para poder adquirir uno de los 1000 boletos diarios que vende el ministerio de cultura de Perú de forma presencial.

Habíamos comprado el transporte en tren que tenía tiquete de bus de Aguas Calientes al complejo arqueológico de Machupicchu, nunca vi tantos turistas de tantos lugares del mundo reunidos en un mismo lugar, todos, al mismo destino. Hay que reconocer que el proceso de abordaje de los autobuses es ordenado, por horarios y buses específicos.  Tras un trayecto de unos 15 minutos en ascenso, por fin llegamos a la entrada del sitio, un guía nos esperaba junto con otro grupo, por fin ingresamos y de ahí en adelante, todo fue magia, por donde quiera que mirara, todo era encantador. Un paso adelante significaba sorprenderse un poco más por lo que venía. Una sensación indescriptible que solo puede resumirse en una frase: “la mejor experiencia de viaje”, la más increíble y maravillosa experiencia que muchas veces imaginé que por fin se hacía realidad. Y no, no es como lo había imaginado, es 20 veces mejor.

La típica vista de la ciudad antigua desde uno de sus miradores, es solo una pequeña parte de la experiencia, continuar el recorrido, e incluso el detenerse de vez en cuando a contemplar la inmensidad de las montañas y la naturaleza que se ha nutrido de las ruinas de una ciudad milenaria que parece todavía nos cuenta historias acerca del extenso territorio del que su sociedad habitó y dominó.

Al interior del complejo, hay decenas de personas que hacen parte del staff de seguridad y logística del parque arqueológico, y que están encargados de velar por el estricto orden y cumplimiento de las normas por parte de los visitantes. No se desgaste llevando equipos para la producción de contenido como dron, trípode o elementos distintos a una cámara o un teléfono, está prohibida la toma de imágenes con uso no relacionado al de la cotidianidad de un turista. Tampoco está permitido el ingreso de alimentos ni la realización de “piruetas”, entrevistas y demás acciones que interrumpan el propósito del recorrido. Libérese de la necesidad de estar tomando fotos y videos de forma permanente, tómese el tiempo de ver más allá de las piedras y las montañas.

Sobre las 14:40 estábamos descendiendo en el autobús hacia el pueblo, allí debíamos ir al hotel para recoger el equipaje y dirigirnos a la estación de tren y empezar el retorno a Cusco. 

Recomendaciones

  • La única página oficial del gobierno peruano para la venta de tiquetes de ingreso a Machupicchu, es MACHUPICCHUENLINEA
  • La empresa de trenes que utilicé para ir de Ollantaytambo a Aguas Calientes y retornar, fue INCA RAIL
  • Viaje entre los meses de abril y septiembre, con ello se busca reducir las posibilidades de lluvia durante el recorrido, así como la espesa neblina que podría frustrar una visita a esta maravilla.
  • Por efectos de la luz del sol, recomiendo tomar los tours de las horas de la mañana. 
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Jeffexplora

Viajero, cafetero, fotógrafo y consultor en marketing y comunicación digital.

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