Cuando tomé la decisión de viajar a Brasil, incluí la visita a Foz y a las cataratas como una verdadera prioridad. En mis anteriores idas a Argentina, tuve la posibilidad de hacerlo, pero un temporal de lluvias cerró el parque justo en los días que iría, así que ahora tenía una oportunidad de oro para cristalizar este objetivo.

Lo primero que deben saber quienes no han ido, es que las Cataratas de Iguazú tienen dos accesos; el lado brasilero y el lado argentino, sobre ¿Cuál es mejor? La respuesta será siempre: – los dos lados son magníficos e incomparables – así que no se abstengan de vivir la experiencia en ambos lados del parque.

Llegué a Foz en un autobús procedente de Sao Paulo, luego de 16 horas de viaje en un comodísimo servicio de bus cama, una vez instalado, me aseguré de planear y programar el objetivo del viaje. En el sitio web oficial del parque del lado de Brasil compré anticipadamente mi boleto para ingresar, cerca de USD 20 que incluyen ingreso, transporte e impuestos (tarifa para extranjero no MERCOSUR), a través de Didi (en Brasil la app se llama 99), solicité un servicio de transporte hacia la maravilla natural, me costó USD 6,3 (unos 35 Reales, el centro de la ciudad).​

Como uno de mis objetivos en los viajes es tomar muy buenas fotografías, decidí ir desde muy temprano (08:00 AM) dado que la luz del sol en la mañana, favorecía por su ubicación las fotos hacia las caídas de agua.  Hacía unos días me habían advertido que quizás en verano no era recomendable ir, porque podría encontrar las cataratas con poca agua, sin la magia de su fuerza. El clima era maravilloso, y desde que el bus turístico partió del sitio autorizado hacia el interior del parque, el panorama se hacía sumamente tranquilo y apacible, una sensación de estar entrando a un territorio absolutamente verde, árboles, aves y algunos mamíferos hacían parte de ese buen comienzo. Bajamos del bus turístico en la segunda parada, para continuar caminando por un sendero que en un breve descenso, nos acercó hacia la cuenca del río Iguazú, por fin podía ver el río con sus absolutas límpidas aguas, al cabo de unos metros, caminando en dirección contraria a la corriente del río, vi las primeras caída de agua, eran unos tímidos hilos de agua que dejó al descubierto el rojo de las piedras que ofician de fondo, al tiempo, una turista decía en voz alta – “Oh my God, the falls dried up” – debo admitir que escucharla, me generó un poco de decepción, imagínense ir desde Colombia y de repente perderte semejante espectáculo. 

Por varios metros, el paisaje fue ese, varias caídas de agua y la mayoría con escasa fuerza, sin embargo, decidí no preocuparme más, el panorama era realmente maravilloso, no importa si había suficiente agua o no, eran las míticas cataratas de Iguazú, ver las piedras casi desnudas de agua también eran un buen paisaje, no todos los días se ve. Sin embargo, unos 100 metros más adelante, la piel se me empezó a erizar, todos los sentidos estaban alerta, un sonido impresionante de agua cayendo, una magnífica brisa que traía humedad y una vista para jamás olvidar; eran las cataratas de las fotos, yo estaba en uno de los espectáculos naturales más bellos del mundo, la emoción fue desbordante, debo confesar que hubo lágrimas, tuve que detenerme a contemplar, solo eso, solo miré por un rato, respiré y me convencí de que sí estaba ahí. Par de cachetadas y a seguir, foto aquí, foto allá, definitivamente resultó ser uno de mis momentos perfectos.

Ahora venía el lío, ¿Quién me toma una foto? Después de muchos intentos, todos fracasados, encontré a una familia de Mendoza, Argentina, con la que conecté de maravilla y a quienes les saqué varias fotografías, y por compensación del universo, don Marcelo, me ha sacado algunas muy buenas, con la señora de él, hasta hablamos de la política y economía de nuestros países, amo cuando suceden estos casuales pero bellos encuentros. También simpaticé don dos mexicanas y un paraguayo, personas con las que a través de las redes sociales aún permanece el contacto, lo bueno de viajar solo; vas solo y podés devolverte acompañado.

El regreso en el bus turístico hasta la entrada del parque para luego caminar hasta donde consiguiese un taxi o transporte. Como es retirado de la ciudad, es poco probable que encontremos Didi o Uber, así que tuve que tomar un taxi que me cobró USD 15, era eso, o caminar más de 11 km de regreso.

El lado argentino de Iguazú

Al siguiente día, emprendí el camino para volver a las cataratas, pero; del lado de Argentina. Como tampoco fui pagando algún paquete turístico, tuve que desplazarme hasta la “rodoviaria” urbana Pedro Antonio de Nadai, una terminal de buses que atiende las rutas desde y hacia Ciudad del Este en Paraguay y Puerto Iguazú, la ciudad fronteriza argentina donde se encuentra el otro lado del parque. En esa terminal urbana, la empresa de buses “Río Uruguay”, es quien presta el servicio hasta el terminal de buses de Puerto Iguazú, tan solo USD 6,5 el pasaje (30 reales o 700 pesos argentinos), allá, debes comprar en pesos argentinos, el pasaje de ida y regreso del terminal – parque – terminal (USD 8).  

IMPORTANTE:

  • Si llegas a Puerto Iguazú a través de Brasil, deberás presentar prueba covid negativa, los oficiales de migración argentinos son sumamente estrictos y no te dejarán pasar, a menos que: o tengas la prueba o, que la norma no aplique. (Fui en febrero de 2022).
  • En el terminal de Puerto Iguazú, no reciben reales ni dólares, solo moneda nacional (pesos argentinos) y tarjetas. Por no haber habilitado mi tarjeta para uso en Argentina, se bloqueó cuando intenté usarla, afortunadamente tenía algunos dólares para cambiar pero, la casa de cambios más cercana estaba a 1810 metros (ida y vuelta).
  • El último autobús desde Puerto Iguazú a Foz sale sobre las 04:00 de la tarde, por lo que deberás empezar el recorrido muy temprano para alcanzar a regresar a tiempo.

El recorrido en autobús hacia el parque dura unos 40 minutos, en gran parte del camino hay avisos de precaución sobre la fauna silvestre, aves, mamíferos como jaguares y otros, están en los anuncios prácticamente hasta el ingreso del parque. Una vez allá, compré el boleto de un solo día (Allá el recorrido dura hasta dos días), como me quedaba poco tiempo para regresar a Río de Janeiro, entonces solo tomé un día, me costó USD 22 (2.800 pesos argentinos), los cuales incluían ingreso, transporte en tren e impuestos. El abordaje del tren y su recorrido, cuentan como parte de la magia, quienes venían de vuelta, so hacían con muecas de sonrisas y gestos que lo decían todo. Ah, olvidé decirles que, en la estación de abordaje del tren me volvía a encontrar a la familia mendocina, ya no coincidimos en el tren, pero en el camino, encontré otra familia, esta vez de Salta, también de Argentina.

Descendí en la plataforma que conducía hacia la popular garganta del diablo, el camino empieza en una inmersión por el ecosistema que comprende el circuito natural, podría decir que el 98% del recorrido es sobre puentes que están sobre humedales y brazos del río, centenares de aves se avistan en el camino, el apabullante calor valía la pena porque lo que vería luego de 25 minutos de camino, sería una de mis mejores experiencias de viaje, estar al lado, más bien sobre; el conjunto de caídas de agua más caudaloso del mundo, de 80 metros de altura y de una imponente majestuosidad. No me importó estar empapado, y prácticamente que el celular y la cámara se mojaran, la brisa por la caída del agua resultaba parte de una experiencia de la que no quería privarme. Y no me privé de ello, regresé empapado por el sendero que conducía a la estación del tren para volver, ahora era yo quien lo hacía con una mueca de felicidad, me sentí profundamente afortunado, es un lugar al que deseo volver.

Jeffexplora

Viajero, cafetero, fotógrafo y consultor en marketing y comunicación digital.

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